Publicado en Plaza de Armas el 29 de Agosto de 2011.
Uno de los tantos temas que como país son discutidos,
analizados, evaluados en foros nacionales e internacionales y sin embargo, no
pasa nada, es el de la reforma laboral.
Ante el empleo tenemos realidades que plantean un escenario
muy complejo: la necesidad de generar nuevos empleos que brinde oportunidades a
la población que se incorpora a la edad productiva, que tengan condiciones
básicas de certidumbre y legalidad, con remuneraciones que permitan crear
condiciones de vida digna y el desarrollo de un mercado interno de consumo y,
como muchas otros aspectos de la vida cotidiana, la necesidad de adaptarse a
nuevas realidades sociales y tecnológicas que permiten crear nuevos modelos de
trabajo.
En todos los frentes hay malas noticias y limitaciones. En
el tema de la generación de empleos hay diversos estimados que plantean que la
cantidad de empleo que debe generarse anualmente es de 800,000 a 1,200,000
nuevos empleos simplemente para dar cabida al crecimiento poblacional. En el
último año, acorde a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, hay
sólo 280,000 mexicanos que obtuvieron ocupación en este periodo (si comparamos
el segundo trimestre del 2011 con el segundo trimestre del 2010). Además, hay
más de 400,000 mexicanos que en el último año dejaron de buscar empleo por
considerar que no tienen posibilidad de encontrar uno o por desánimo. Esto nos
indica un rezago importante.
En el tema de las condiciones de calidad del empleo tenemos
la siguiente situación: de los casi 31 millones de mexicanos que tienen una relación laboral con alguna
organización (trabajadores subordinados y remunerados), sólo el 53% tiene un
trabajo que le brinda acceso a instituciones de salud, el 60% tiene
prestaciones y el 52% cuenta con contrato escrito. En términos generales, sólo
1 de 2 empleados tiene ciertas condiciones mínimas de certidumbre y beneficios
laborales. Además, más de 8 millones de trabajadores tienen jornadas laborales
de más de 48 horas a la semana. Segundo frente con rezago.
En el tema de los ingresos, comenté en esta columna hace
unas semanas la magnitud de la caída de los ingresos que tuvieron los hogares
mexicanos del 2008 al 2010. Esto es en parte debido al aumento de la
desocupación, pero también a la caída de la remuneración en el trabajo. Esta
variable parece estar recuperándose en el último año, ya que el número de
trabajadores con menos de 2 salarios mínimos disminuyó; pero no queda claro si
en efecto se ha movido los trabajos de menores a mayores ingresos ya que
también ha aumentado significativamente el número de personas que al ser
encuestadas no especifican su nivel de ingreso. Por otra parte, las
perspectivas económicas mundiales de desaceleración dejan ver un escenario complicado
que vendrá a comprometer esta frágil recuperación.
Por último, en el frente de los diversos esquemas o modelos
de trabajo, vemos una tendencia mundial a tener modelos que hacen cada vez más
borrosas las fronteras del tiempo y del espacio físico: surgen prácticas
laborales para personas que por nuevos estilos de vida requieren mayor
flexibilidad en los horarios de trabajo (más hogares uniparentales o con ambos
padres trabajando, gente que busca un mayor balance trabajo-calidad de vida,
etc.) o que por ventajas de la tecnología pueden desarrollar su trabajo fuera
de las instalaciones de la empresa. Estas son realidades sociales que cada vez
tendrán más presencia y peso en el mercado laboral, ante los que no estamos
listos dentro del marco regulatorio.
Y mientras todo esto pasa (los casi 9 millones de mexicanos
que buscan empleo y no consiguen o han dejado de buscar por no encontrar
opciones, casi 4 millones de personas que tienen necesidad de trabajar más horas de
las que actualmente lo hacen y cerca de 15 millones de trabajadores que no tienen
condiciones mínimas de seguridad laboral), la discusión y acuerdo de la reforma
laboral sigue sin avanzar y se cierra la ventana para que salga en este
año. Así de desalineados estamos la
sociedad y la Comisión de Trabajo y Previsión Social, que no admite que haya
“presiones” para sacar una reforma que tiene que ser “profundamente analizada”.
Seguramente piensan que la realidad se adaptará a sus calendarios y lógicas
políticas.
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